Joven mata despiadado su familia intentando despertar el "sharingan"

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Originario de Murcia, este joven nunca tuvo un comportamiento fuera de lo normal. Sus vecinos aseguran que aunque era reservado y solitario siempre se mostraba educado. No salía con los amigos de noche ni tampoco bebía alcohol, aunque se pasaba las horas muertas delante del ordenador y la consola. También describen a José como un chico muy mimado y consentido por sus padres. Siempre le rodeaban de caprichos, como la compra de una computadora demasiado cara para el sueldo del progenitor, camionero de profesión.

Su obsesión por "NARUTO", o a asistir a clases de kárate. No había nada material que José no obtuviese fácilmente. Sin embargo, el adolescente no estaba a gusto con su familia.

Necesitaba estar solo y un año antes intentó fugarse de casa. No era buen estudiante, así que dejó los estudios y pensó en marcharse para empezar una nueva vida lejos de allí. Pero su padre llegó a tiempo e impidió su huida. Aquello lo sumió aún más en su soledad y fue el motor para acabar asesinando a toda su familia. Si se iba, le buscarían siempre, pero si los mataba, terminaría su suplicio.

A primera hora de la mañana del 1 de abril del 2000, José Rabadán se levantó de la cama con la catana en la mano –durmió con ella bajo las sábanas- y decidió empezar su nueva vida. Entró en la habitación de sus padres e inició la carnicería.

Según el informe forense, los crímenes se produjeron entre las seis y las ocho de la mañana. El padre se defendió de la agresión cubriéndose la cara con las manos, de ahí que se encontrasen tres de sus dedos amputados y un corte profundo a la altura del cuello. El cuerpo presentaba dieciséis o diecisiete golpes y la cabeza se halló en una bolsa de plástico.

Respecto a la madre, todo indicaba que la mató mientras dormía, ya que no presentó signos de resistencia. Por último, el adolescente asesinó a su hermana de nueve años y con síndrome de Down. Las autopsia confirmó que también repelió el ataque de su hermano. Tenía una herida bastante grande en el cuello.

Para evitar que el hedor de los cadáveres alertase a los vecinos, llenó la bañera con agua y metió el cuerpo de su hermana. Arrastró el del padre hasta el cuarto de baño, pero como pesaba demasiado lo dejó al lado de la tina. El de la madre apareció mutilado sobre la cama.

La escena que dejó tras de sí era dantesca. Su ropa completamente ensangrentada era la prueba de aquella masacre, así que decidió cambiarse de vestimenta, pero dejándose la camiseta y la ropa interior. Quería salir de allí lo antes posible. Lo único que en lo que pensaba era en quedarse solo en el mundo, empezar una nueva vida y disfrutar de libertad para hacer lo que le viniese en gana. Su objetivo: irse a Barcelona. Allí vivía una chica, Sonia, con la que chateaba hasta altas horas de la madrugada a través de Internet.

“Uno me dijo que era de Murcia y que iba a Barcelona con su amigo a ver a su abuela. Lo de Murcia me escamó, y también que viajaran solos”, explicó el vigilante a las autoridades. Entonces llamó a la policía narrando lo ocurrido. Cuando se acercaron a los jóvenes y les pidieron la documentación, ninguno llevaba el DNI.

Según el testimonio de los agentes, José “se comportó con naturalidad, muy sereno y hasta con frialdad”. Decidieron trasladarles hasta la Comisaría Central de Alicante para proceder a su identificación. Una vez allí comprobaron la verdadera identidad de José Rabadán. Habían pasado tres días desde el parricidio.

Trasladaron al joven a las dependencias de la Jefatura de Policía de Alicante y le tomaron declaración en presencia de un abogado. “Quería vivir una experiencia distinta. Estar solo. Que mis padres no me buscaran”, relató a los agentes. Los allí presentes no daban crédito a aquellas palabras, así que le preguntaron de nuevo: “Y a tu hermana, ¿por qué mataste a tu hermana?”. A lo que él respondió: “¿Y qué iba a hacer ella sola en el mundo...? La maté para que no sufriera”.

Gracias al gran despliegue de medios de comunicación que hubo durante su traslado al Juzgado de Menores de Murcia, pudimos conocer el rostro del ‘Asesino del sharingan’, que apareció en las portadas de los principales diarios españoles. La corta comparecencia se resolvió sin llegar a juicio y sentenciándole a ocho años de internamiento en un centro de menores y dos de libertad vigilada. Hasta ese momento, el parricida había estado cobrando la doble pensión de orfandad estipulada por ley.

El 25 de septiembre de 2003, José intentó fugarse aprovechando que tenía una sesión terapéutica en Elche. Cuatro horas después de dar esquinazo a sus cuidadores, dos policías de paisano le arrestaron. Lo único que el joven gritaba era: “La próxima vez me tendréis que pegar dos tiros para cogerme”.

Cumplidos siete años, nueve meses y un día de la sentencia por el tripe asesinato, el ‘Asesino del sharingan’ quedó en libertad. Era el 1 de enero de 2008. Desde entonces y hasta diciembre de 2017, José Rabadán vivió sumido en el silencio del anonimato, integrado en la sociedad tras recibir tratamiento psiquiátrico y llevando una vida absolutamente normal.

Sin embargo, la emisión de un documental en DMAX sobre su vida –lleva por título Yo fui un asesino-, volvió a ponerle de actualidad. Ahora aquel adolescente rebasa los treinta años de edad, está casado, tiene una hija de tres y trabaja como broker en la Bolsa. Una imagen completamente distinta a la que todos recordábamos casi veinte años antes.

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