Orgías Amerindias
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Un joven madrileño ha sido detenido después de una investigación que llevaba dos años en curso. Era el líder de una compleja red que usaba como tapadera un restaurante de gastronomía perucha y centroamericana, de nombre Las pupusas del Tata Inti.
En galerías inferiores del local, sito en una de las zonas más lujosas de la capital del reino, se han descubierto habitaciones y salas de diversos tamaños donde esta red realizaba distintos rituales, la mayoría de carácter orgiástico.
Desde flautas de pan, zampoñas, charangos, hasta bridas para caballos, diversos juguetes sexuales, como objetos fálicos de tamaños nunca vistos anteriormente por especialistas de la industria del vicio, pasando por ropas tradicionales precolombinas datadas en el imperio alto incaico del gran Tata Conchas tercero (que pasó a la historia por organizar tremendas orgías que llegaban a congregar hasta mil doscientas vírgenes morochitas y bien ricas).
Se han podido encontrar en las dependencias de estas lúgubres galerías tarjetas de memoria extraíbles dónde quedan para la historia los más horribles documentos audiovisuales de lo que una mente humana puede llegar a pergeñar: desde sexo salvaje escuchando a Víctor Jara hasta orgías con cholitas empapadas en crack, todo aderezado por unos buenos piscos sour. No faltaban tampoco las plantas enteógenas como la ayaguasca o yahé, ya que había participantes que por las buenas no podían excitarse escuchando la música de Inti Illimani o Kjarkas, y se les debía facilitar el conocido como viaje del Jaguar: cuanto más llores más te la van a clavar.
Nada dejó fuera de la realidad este perturbado líder de los pupusitas, así se autodenominan entre "colegas" de este aberrante clan, al que conocían como Lope de Aguirre o el Loco, en claro homenaje a la conocida figura del otrora conquistador famoso por ciertas excentricidades.
Se ha procesado a los principales instigadores de tales desviaciones de la razón, y actualmente cumplen condena en celdas de máxima seguridad, donde aún se reportan prácticas viciosas entre ellos en las duchas, y ya se habla hasta de nuevos adeptos entre la población de reclusos como pupusitas de pleno derecho, incluso más viciosos que os propios fundadores.
Esto debería concienciarnos del peligro que tiene el vicio y lo fácil que puede llegar a ser encontrarse un día con un troncazo de plástico metido hasta el colon. Reflexionemos, amigos, pues del vicio nadie se libra, a fin de cuentas.
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